Lo que una simple despedida me enseñó sobre la inclusión

Por Jennifer Hineskimg07232-1280x427

«¡Adiós, Willow!»

Habré oído esta frase cientos de veces. Pero esta vez era diferente. Esta vez no solo oí las palabras, también las sentí.

Las pronunció un niño pequeño en el primer día de preescolar de Willow. Fue un día difícil para mí. Desde mi perspectiva, acababa de dejar mi pequeña, frágil y hermosa hija de tres años en un lugar aterrador y desconocido, repleto de niños con prejuicios. Tuve que recurrir a todas mis fuerzas para salir de la clase sin ella. Sinceramente, la única razón por la que lo hice es porque Willow quería quedarse. De hecho, estaba tan emocionada que ni siquiera se despidió.

Pasé las 3 horas siguientes llorando, preocupada de que se estuvieran metiendo con ella. Quizá sus compañeros no sepan que tiene síndrome de Down, pero seguro que pueden ver sus diferencias. Mide la mitad que ellos. Se arrastra o usa un andador. Tampoco habla. ¿Cómo podría pasar desapercibida?

Lo hizo.

Lo vi claro en cuanto llegué para recoger a Willow. Por supuesto que se  destacó. Pero no fue por su discapacidad.

«Oh, ¡es un encanto!».

«Me gustaría traérmela en el bolsillo y llevármela a casa».

Esos comentarios venían de sus profesores. Supongo que me los esperaba. Pero ¿y sus compañeros? ¿Qué pensaban ellos? ¿Me atrevería a preguntar?

«Se lo ha pasado muy bien hoy. Está justo donde debe estar», dijo uno de sus profesores. Seguía sin entenderlo mientras cogía en brazos a Willow para llevarla a casa. Y, cuando salía por la puerta, lo oí.

«¡Adiós, Willow!»

Venía de la zona de las taquillas. Era un niño pequeño, uno de los compañeros de Willow. O supongo que debería decir su amigo.

La despedida entusiasta de ese niño pequeño atravesó mis oídos y me llegó al corazón. Y entonces observé la cara de Willow. Estaba sonriendo. Se lo pasó bien en la escuela. Y lo que es más importante, había hecho un amigo. O supongo que debería decir amigos.

Willow estaba muy emocionada cuando estacionamos nuestro auto en el estacionamiento  de la escuela la semana siguiente. Sonreía de oreja a oreja.

«¡Willow!», escuché de un carro a nuestro lado. Era un niño diferente esta vez. Otro amigo.

«Willow necesita eso para ayudarla a andar», oí que el niño le decía a su madre. Estaba señalando el sofisticado andador dorado que estaba sacando del maletero de nuestro coche.

Sus palabras eran naturales. No tenían ninguna intención, no juzgaban. Solo era la observación de un niño de 3 años.

Mientras entrábamos, Willow recibió más saludos. Sus compañeros de clase estaban realmente emocionados de verla, y Willow estaba igualmente emocionada de verlos.

Al ver a sus amigos de pie al lado de sus taquillas, Willow buscó rápidamente su andador. Se subió a él y anduvo hasta la puerta de la clase, deseando empezar el día.

En cuanto la puerta se abrió, entró, con sus amigos a su lado. Y entonces lo entendí. Esto es la inclusión.

Todos mis miedos, todos mis temores sobre dejar a Willow en el mundo de mi niñez, donde la inclusión no existía. No tengo recuerdos de niños con necesidades especiales en mis clases cuando crecía porque ponían a la mayoría de ellos en clases separadas. Quizá no los vi, pero oí hablar sobre ellos, sobre todo en forma de burlas. La palabra que empezaba con R era popular en mis tiempos también.

Menos mal que las cosas son diferentes ahora.

Las diferencias de Willow no la separan de sus compañeros de clase. Tampoco son la razón principal de que destaque. No, es su personalidad. Es valiente y encantadora.

Por supuesto que sus compañeros se dan cuenta de sus diferencias, pero no les dan miedo, porque se les ha dado la oportunidad de conocer a Willow, de jugar con ella, de ser su amiga. Ella es su compañera, su amiga, y todo gracias a la inclusión.

¿Aquella despedida que oí el primer día de escuela? Nunca habría pasado de no ser por la inclusión. Creo que esa despedida es la prueba de que la nueva generación, la generación de Willow, es diferente. Mejor. Hermosa.

Esa despedida me dio esperanza. Me alegró el corazón. Y me demostró en lo que se está convirtiendo el mundo, que la aceptación está creciendo y que el amor está ganando.

 

Artículo originalmente publicado en inglés What a Simple Goodbye Taught Me About Inclusion en The Mighty.

Traducción al español dentro del proyecto PerMondo para la traducción gratuita de páginas web y documentos para ONG y asociaciones sin ánimo de lucro. Proyecto dirigido por Mondo Agit. Traductora: Jennifer Moratalla. Revisora: por Ana Vila