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Conferencias Virtuales por el Doctor Jesús Flórez Beledo

La fundación Iberoamericana Down 21 Canal Down21.org ha publicado tres conferencias virtuales del doctor Jesús Flórez Beledo por su reciente participación en el  IV Simposio Internacional de Síndrome de Down desde la vida prenatal al envejecimiento saludable UC en la Pontificia Universidad Católica de Chile los días 30 de septiembre al 1 de octubre del 2016 y en el 6º Congreso Síndrome de Down “Una vida con sentido” en Monterrey los días 13 al 15 de octubre del 2016.

Las tres conferencias son: Síndrome de Down El bien ser y el bien estarSíndrome de Down y Enfermedad de Alzheimer y Tratamiento de utilidad para laspersonas con síndrome de Down

Acerca del Doctor Jesús Flórez

jesus_florezJesús Flórez Beledo  es doctor en Medicina y Cirugía por la universidad de Navarra y Doctor en Farmacología por la Universidad de Dartmouth (USA). Catedrático de Farmacología (retirado) en la Universidad de Cantabria. Su investigación cientifíca ha estado siempre centrada en la neurofarmacología. En 1995 creó el laboratorio de Neurobiologia del Desarrollo, en el que se estudian modelos de animales de discapacidad intelectual y se analizan diversos métodos terápeuticos, incluidos los farmacológicos. Desde 1982 es Asesor científico de la Fundación Síndrome de Down Cantabria, y desde 2005 es Presidente de la Fundación Iberoamericana Down21. Dirige el portal de Internet Canal Down21, y las revistas Revista Síndrome de Down, Revista Virtual Canal Down21 y Síndrome de Down: Vida adulta.

Autor de varios libros sobre Farmacología Humana y Neurofarmacología, ha dedicado también especial atención a la Discapacidad Intelectual, siendo autor o director de: Evocaciones sobre la discapacidad (3 vol), Síndrome de Down: Avances en acción familiar, Síndrome de Down y Educación, Síndrome de Down: Biología, Conducta, Educación. Es autor  de centenares de artículos de investigación y de divulgación en revistas nacionales e internacionales y ha participado como docente en numerosos cursos, jornadas, y congresos nacionales e internacionales.

En 2008 recibió la llamada de Oro de la Cruz Roja Española, en 2014 recibió el premio de Reconocimiento a la Trayectoria Profesional (Consejo General de Colegios Médicos de España), y en 2015 fue nombrado Miembro honorario de la Trisomy 21 Research Society (Paris), y recibió el 2015 Exceptional Meritorious Service Award (National Down Syndrome Congress, USA) y el Premio a la Mejor Trayectoria Científica en Farmacología (Sociedad Española de Farmacología).

(Biografía tomada del libro Síndrome de Down: Neurobiología, Neuropsicología, Salud mental: Bases para la intervención en el aprendizaje, la conducta y el bienestar mental d elos autores: Jesús Flórez, Beatriz Garvía y Roser Fernández-Olaria).

Conferencias virtuales

Síndrome de Down El bien ser y el bien estar

Jesús Flórez : Síndrome de Down y Enfermedad de Alzheimer

Tratamiento de utilidad para laspersonas con síndrome de Down

No he fracasado, he encontrado 10.000 formas que no funcionaron

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Si no me equivoco, probablemente, estás pensando que tener un hijo con necesidades especiales supone una gran carga. También me imagino que crees que nuestro hijo con síndrome de Down, lo más seguro, es que tenga muchos problemas de conducta y de comunicación. ¿Me equivoco? Hasta hace unos pocos meses, hubiera estado de acuerdo contigo, pero, ahora mismo no lo creo en absoluto.

Pues bien, en este momento, el hijo «problemático» es Alfie. Mi otro yo. Desde el principio, debería haber sabido que él era el que, potencialmente, podría haber causado la mayoría de los «problemas», aunque cuando sonreía, parecía que quería solucionar los problemas del mundo. Me dijeron que es el típico «hijo del medio». Parece ser que eso indica algo: el síndrome del hijo del medio. Pero ya hablaré de esto más adelante.

 

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Por el momento, podemos resaltar algunas claras diferencias entre mis dos chicos, que demuestran, sin lugar a dudas, lo diferentes que son.

Si a Oscar no le gusta el programa que hay en la tele, irá a buscar el  control remoto. Normalmente, lo escondo con picardía en el sofá detrás de un cojín, porque, en un mundo ideal, no quiero ni que Oscar ni Alfie lo encuentren. Como es obvio, nueve de cada diez veces lo encuentran y me miran como diciendo: «Mami, es ridículo que lo escondas detrás de un cojín. ¡Como si fuéramos estúpidos! Sabemos perfectamente a lo que juegas». Entonces, cuando Oscar está cansado de un programa en particular, busca el control remoto, lo dirige hacia al televisor (intentando cambiar de canal) y, cuando no puede hacerlo, me lo trae y me dice «mamá» (p. ej. ayúdame, mamá) y, como Alfie está viendo su programa favorito, le digo a Oscar: «es el turno de Alfie y después, el de Oscar».

La mayoría de las veces sonríe, acepta lo que le digo y vemos ambos el programa con Alfie o se entretiene con otra cosa. Luego, ocurre la misma situación, pero al revés: la reacción de Alfie cuando Oscar está viendo SU programa. En este caso, por el contario, Alfie tendrá la madre de todas las rabietas. Y estoy hablando de llorar, señalar con el dedo el control remoto  y  la tele, chillar, dar pataletas y de tener la cara cada vez más y más roja. Si esto no fuera lo habitual, incluso me reiría de lo gracioso que me parece, pero, evidentemente, no puedo hacerlo. He probado todo tipo de tácticas: explicarle cuidadosamente que es el turno de Oscar, decirle con seriedad «no», ignorar su teatro, apagar incluso la tele… Cualquier cosa que se te ocurra, ya la he intentado. Y a veces, esta rabieta puede seguir hasta que se acabe el programa. Hasta que, naturalmente, cambio de canal y le aclaro: «Ahora es el turno de Alfie», momento en el que para casi de inmediato, suspira con alivio y, a continuación, se sienta a verlo. Por supuesto que podría ahorrarme la molestia y, siendo sinceros, podría llevar una vida mucho más fácil simplemente con poner lo que él quiere cuando a él le apetece, porque a Oscar parece que no le entusiasma tanto elegir el programa… pero ni pensarlo. Evidentemente, no me voy a dar por vencida. Está a punto de cumplir dos años en un par de semanas y no me voy a rendir ante un niño de casi dos años, ¡por el amor de Dios! Siempre voy a ganarte, amigo.

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Si Oscar quiere algo de comer, viene hacia mí, indica (mediante el Makaton) que quiere algo de comer y, si, por ejemplo, queda poco para la hora de la cena, le explico que pronto será la hora de cenar y que tenemos que esperar. Él lo acepta y se va. Alfie, por el contrario, me lleva a la cocina (a menudo señalando con el dedo mientras que corre),  da brincos al lado de la despensa donde están las galletas y continúa gritando/señalando (he de decir que sabe unas cuantas palabras, pero «por favor, mami, quiero una galleta» no figura en su repertorio, de momento). Cuando le explico que casi es la hora de cenar ya y que no puede comerse una galleta, comienza, de nuevo, con una de sus grandes rabietas. Y estoy hablando de una histeria masiva. Es absurdo. Ningún tipo de razonamiento puede calmarlo y puede seguir y seguir y seguir y seguir…Ustedes me entienden.

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A lo que quiero llegar es que, si Oscar se enfada, normalmente parará de llorar después de unos pocos segundos. Por ejemplo, si se enfada porque alguien ha cogido un juguete suyo, protestará durante un minuto, pero luego se le olvidará. He llegado a la conclusión de que Alfie no lo dejará pasar. Dios no quiera que alguien coja un juguete suyo, porque si lo hace, llorará como una Magdalena durante unos 10-20 minutos.

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Hace unos meses, Alfie y yo fuimos a una clase de música del barrio. Oscar estaría ese día en la guardería y se me ocurrió que estaría bien que hiciéramos algo juntos, dado que soy consciente de que la mayor parte de mi tiempo la ocupa Oscar. Habíamos estado yendo a esta clase de música durante un tiempo y después de las vacaciones de verano retomamos las clases. Mientras que los otros niños se sentaban en círculo, tranquilos, junto a sus madres, Alfie no paraba de correr hacia la puerta llorando. Una vez más, no había manera de llamar su atención, de animarle o sobornarle (Por favor, ven y siéntate… Si lo haces, mami te dará una galleta de chocolate luego). Nada. Cuando por fin se unía –después de cada canción–, si la profesora le quitaba el instrumento, tenía otra rabieta (teniendo en cuenta que tiene ya casi dos años y que esa fase tendríamos que haberla superado hace tiempo). En resumen, hizo de la experiencia todo un suplicio para él, para mí, para la profesora y, probablemente, para todas las demás madres y niños que estaban allí. Aguanté cuatro clases y cada semana me disculpaba ante la profesora y las otras madres por su comportamiento. Después de cuatro clases, decidí que ya era suficiente y que iba a hablar con la profesora para insinuarle que no iríamos más, ya que parecía que molestábamos a los demás. Le escribí un correo electrónico explicándole mis intenciones… Y, ¿sabéis qué? Ni siquiera intentó convencerme, me dijo que era muy perspicaz (dije que Alfie se ponía muy inquieto y que no era justo ni para él ni para los demás), así que me dijo que me reembolsaría mi dinero. Fue entonces cuando me di cuenta de que habían prohibido la entrada a mi hijo de casi dos años a su primera clase de música. Fue realmente humillante.

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Como madre, te preguntas qué has hecho mal en el camino.¿Le he agobiado con mis muestras de cariño y he hecho que sea más dependiente de lo necesario? ¿O no le he mostrado lo suficiente mi amor y atención?

Mi miedo es que, tristemente, sea eso. Supongo que, probablemente, se siente un poco apartado ahora que ha llegado Flo (quien, sinceramente, no parece gustarle mucho).

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Supongo que ya no se siente mi bebé, lo que me entristece, básicamente, porque los tres siempre serán mis bebés. También creo que se ha dado cuenta de toda la atención que le presto diariamente a Oscar, con todo. Continuamente quiero que Oscar amplíe su conocimiento y, quizás, según el tiempo pasa, no le estoy prestando tanta atención al pequeño Alfie. Porque, seamos realistas, Alfie parece que aprende las cosas más fácil y rápidamente que Oscar. Ha habido muchos cambios últimamente: la llegada de un nuevo bebé y la mudanza. Estos cambios, tal vez, expliquen por qué se está comportando de esa manera.

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El otro día, recogimos a Oscar de la guardería. Los tres niños iban en los asientos de atrás. De camino a casa, jugamos al «¿Sabes decir…?». Es un juego que me he inventado y que en realidad no es tan divertido, pero a Oscar parece gustarle mucho. Mientras yo conducía, le preguntaba: «¿Sabes decir…?», y decía cualquier objeto, persona, cosa, etc. Por ejemplo: «¿Sabes decir papá?». Normalmente, Oscar responde señalándolo o, en ocasiones, vocaliza la palabra o lo intenta como puede. Espero su respuesta mirando por el espejo retrovisor y si lo hace bien, le doy mi felicitación, que suele gustarle mucho (lo sé, es un juego muy tonto ahora que lo estoy contando, pero bueno, a él le encanta el refuerzo positivo). Bueno pues, ese día íbamos tranquilamente en el coche jugando al «¿Sabes decir?»y cuando miraba por el espejo retrovisor a Alfie (ahora mismo, Alfie es un fanático de las palabras pato, papa y tata) lo veía señalando y diciendo cada cosa que le preguntaba. Y hablo en serio: cada cosa, constantemente y más rápido que Oscar. Le felicito mientras seguimos y, contentos porque están impresionando a mami, ambos comienzan a dar un montón de aplausos. Pero cuando el juego se acaba y sigo conduciendo, se me hace un nudo en la garganta y se me cae una lágrima. No tenía ni idea de que Alfie sabía todo eso. ¿Cómo me lo había perdido? No sabía que él estaba preparado para hacer todas las cosas que le pedía. Me sentía mal. En ese momento, me sentí una mala madre. Y ahora me doy cuenta de lo que me he perdido… Es porque he estado demasiado centrada en Oscar. Y si no estaba centrada en Oscar, estaba centrada en Flo porque, a los cuatro meses, ella sí que me necesita.

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Durante mucho tiempo, pensaba que debía tener más hijos después de Oscar. Aún sigo en la misma línea con ese pensamiento, pero a veces te preguntas si es  justo. ¿Es el comportamiento de Alfie el típico de un niño «normal» de dos años que se frustra porque hay demasiadas cosas que quiere decir, pero que no le consiguen salir? ¿O está intentando decirme que no le presto la suficiente atención y que a veces me necesita más que los otros dos? ¿Soy yo la que le está haciendo esto?

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Estoy convencida de que es una etapa y que, como todas las demás etapas, pasará. Pero supongo que como padres sentimos que siempre podemos hacer más. Pasar más tiempo con tus hijos, centrarte más en ellos en vez de en tareas del día a día que hay que hacer... Anteriormente lo he dicho, pero antes de tener hijos, yo me fijaría en otra gente que ya tiene hijos o vería el típico programa de Supernanny, me preguntaría si, cuando tuviera hijos, podría tener todo bajo control: no voy a hacer esto o lo otro, no voy dejarles que se salgan con la suya con esto o con eso… Sin embargo, la realidad es que, a veces, el papel de padres es mucho más difícil de lo que pensaba al principio. Es probable que sea uno de los trabajos más difíciles de hacer correctamente. Día a día aprendo y me esfuerzo en comprender todo esto.

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Y, quizás, aquí vuelve el tema del hijo del medio. Chris, mi marido, es el hijo del medio y toda su familia admite abiertamente que él era (y probablemente todavía es) un poco raro. Por mi parte, yo soy una de las tres chicas de mi familia y Clare, la hija del medio, efectivamente, está un poco loca (Te quiero, Clogs). Tal vez todo esto está relacionado con el síndrome del hijo del medio tal y como me contaron. ¿Quién sabe?

Pues sí, mi hijo con necesidades especiales es una maravilla comparado con mi hijo rebelde y testarudo de dos años. Oscar obviamente también tiene sus momentos (sabemos que él a menudo también es un poco travieso), pero ¿quién se hubiera imaginado que Alfie sería sorprendentemente tarea más difícil? Y no me malinterpretéis, él también tiene sus cositas buenas. Es un niño brillante, feliz y cariñoso al que todos queremos mucho, así que no es todo malo. Además, soy sumamente consciente –la gente me lo recuerda siempre– de que mi preciosa hija con carita de ángel, que, hasta ahora, es la que menos trabajo me supone de todos, algún día, muy a mi pesar, crecerá. En ese momento,tendré que prepararme para otros muchos problemas tales como las hormonas, los cambios de humor, la obsesión por los chicos y las últimas modas. En resumen, tengo que prepararme para un viaje lleno de curvas.

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Y mi mensaje del lunes por la mañana para todos esos que estáis ahí sobrellevando alguna de estas «etapas», cualquiera que sea, repite conmigo: «Es solo una etapa, es solo una etapa, es SOLO una etapa». También se superará… y, ante la duda, sírvete una copa de vino y coge un paquete de Conguitos que, con el tiempo, ya encontraremos la solución.

 

Artículo originalmente publicado en inglés  “I have not failed, I have found 10,000 ways that do not work,  en Don’t be sorry.

Traducción al español dentro del proyecto PerMondo para la traducción gratuita de páginas web y documentos para ONG y asociaciones sin ánimo de lucro. Proyecto dirigido por Mondo Agit. Traductor: Alberto Bonilla Trueba. Revisora: Marina Clares.

La primera vez que oí las palabras «síndrome de Down», pensé que mi vida había terminado

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Escrito por: Amanda Dickinson

Siendo honestos, la primera vez que oí las palabras «síndrome de Down», pensé que mi vida había terminado. Dos días después del nacimiento de mi hijo Kaleb, me enteré de su diagnóstico. Seguramente esto ha sido parte de las hormonas postparto unidas al hecho de que estábamos hablando de un bebé que pesaba menos de 1 kg al nacer 12 semanas antes de lo planeado. Esas dos palabras truncaron la visión y los planes que tenía para mi vida.

Pensé que seríamos de «esas» familias. De «esas» madres cuya vida gira en torno a su hijo, sin vida social propia y que se centraría en ir al tratamiento y nada más. Así que mientras lloraba por la pérdida del bebé que yo creía que iba a tener, sufría al mismo tiempo por diferentes motivos. Lloraba por la pérdida de mi vida. O por lo que yo creía que iba a ser la pérdida de mi vida.

Todo aquel que me conoce sabe que siempre me gusta planear cosas y soñar. Siempre tengo muchas cosas en mi cabeza. Alguien podría decir que llevo un tiempo diciéndole a la gente que no, pero te diría que siento pasión por la vida. Una vez me dijeron que la canción que me identifica es una de country de Terri Clark, titulada «I Wanna Do It All», en español «quiero hacerlo todo». Me encanta la vida. Me encanta la gente. Me encanta aprender. Quiero disfrutar de todo lo que la vida me ofrece. Quiero disfrutar de este mundo que Dios nos ha dado.

Así que sí, uno de de mis pensamientos iniciales tras ese diagnóstico era que mi vida había terminado. Se terminaban todos mis sueños. ¿Voy a ser capaz de acabar mi carrera? ¿Voy a tener tiempo para atender a mi hijo mayor? ¿Terminaré mi doctorado? ¿Voy a poder volver a disfrutar de mis antiguas aficiones? ¿Podré salir con mis amigos? Eso fue lo que pensé cuando oí el diagnóstico por primera vez.

No estoy a favor del acrónimo YOLO (de sus siglas en inglés, «solo se vive una vez»). Yo me burlaba de mi marido, diciéndole que él no estaba a la moda cuando usaba el término #yolo en sus tweets. A mí no me gustaba ese término tan usado hoy en día, pero sí me encanta ese sentimiento.

Sonrío cuando pienso en todo lo que ocurría en esos meses, cuando tenía esos pensamientos. Creía que mi vida se había terminado. Y qué ingenua era, mi vida y mi amor estaban a punto de aumentar.

Me encanta experimentar. Ese pequeño me ha hecho vivir numerosos momentos que creería que nunca lo haría, incluso algunos que no me hubiera gustado vivir como la estancia en la UCIN y dos operaciones, una a corazón abierto.

Me encanta aprender. Me ha enseñado qué eran las sondas de alimentación, tratamientos, oxigenoterapia domiciliaria y otros tipos de equipos médicos domiciliarios. Y, asimismo, me ha demostrado que soy más fuerte de lo que creía. Me ha enseñado que las diferencias son buenas y que las peculiaridades individuales son solo una parte de la historia. Me ha mostrado que todo va bien, que la vida sigue, y que es una vida que vale pena tener.

Dije que me encanta la gente. Y sí, he quedado con mucha gente y he oído sus historias a lo largo de todo este camino, tanto profesionales médicos como las personas que me han acompañado en este camino parental. Personas e historias que han dejado una huella en mi corazón. Cada uno de ellos me ha enseñado algo.

Me ha demostrado lo importante que los amigos y la familia son en nuestra vida, pues son quienes comparten nuestro día a día y quienes aprenden a nuestro lado.

Por supuesto que tengo mi carrera y estoy intentando conseguir mi doctorado, pero lo voy a conseguir con una nueva perspectiva, una que no lo disminuye sino que lo aumenta. Podría sentirme diferente, pero sigo siendo  «yo»

Sí, sé que acudiremos a más citas médicas y sesiones terapéuticas, pero ya nos hemos acostumbrado y es tiempo empleado con Kaleb. Es tiempo que uso para celebrar cada avance sin importar cuan pequeño sea.  A pesar de esto, él está con nosotros y es una vida más plena pues él forma parte de ella.

Sigo disfrutando de mis aficiones, pero con una más: Kaleb.

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Siempre me sorprende lo que es y lo que consigue, y lo seguirá haciendo. A pesar de todo lo que ha tenido que superar, lo único que tienes que hacer es mirarlo y ver en sus ojos la alegría y la chispa de vida. Me encanta ver lo contento que está cuando mueve su cuerpo, y acaba perdiendo el equilibrio. Sigue enseñándome sobre la vida más cosas de lo que podía haber imaginado.

Hace nueve meses creía que mi vida había terminado. Pero tan solo estaba empezando. YOLO. Solo vives una vez en la vida, y estoy orgullosa de llamar mía a esta vida.

 

Artículo originalmente publicado en inglés en The Mighty  “When I First Heard the Words ‘Down Syndrome,’ I Thought My Life Was Over”

Traducción al español dentro del proyecto PerMondo para la traducción gratuita de páginas web y documentos para ONG y asociaciones sin ánimo de lucro. Proyecto dirigido por Mondo Agit. Traductor: Alba Cordero Chaparro. Revisora: Catalina Conde.

7 consejos para mujeres embarazadas de un bebé con síndrome de Down

14311-1280x427Por Tina Szocik

Traducido por Alba Cordero Chaparro

Para todos aquellas madres que esperan con ansias el nacimiento de su niño con síndrome de Down: sé cómo se sienten. Entiendo la montaña rusa de emociones a la que se enfrentan. Sé cuánto odian lo desconocido. Existe una amplia variedad de aptitudes y cuestiones sanitarias en las personas con síndrome de Down, las cuales se  descubren durante la fase prenatal, y eso es impactante. Probablemente a través de un ecocardiograma fetal  se puede tener una idea de la salud del corazón y, gracias a las ecografías, se detectarán otros problemas, pero nada más. Y, en otros casos como, por ejemplo, la determinación de las capacidades cognitivas, no existe ningún medio útil. El tiempo de espera para conocer tu bebé parece una eternidad. Mientras llega ese momento, te voy a dar unos consejos para que los siga durante el embarazo:}

1.Permite que haya momentos de tristeza y preocupación. Esto sucederá de vez en cuando y, sobre todo, al final, pero debes sobrepasarlos pues sabes que pasará con el tiempo.

2. Investiga. Sé que buscarás de forma desesperada respuestas a todas aquellas preguntas que ronda su cabeza. Estás preocupada por todos las cuestiones sanitarias que puedan afectar a tu bebé. Estás investigando acerca del impacto familiar que puede tener la llegada de un bebé con una discapacidad. Estás planteando las posibilidades de futuro de tu hijo: ¿qué colegio es el más adecuado, si podrán conseguir un empleo y cómo será su vida social? Estás averiguando si existe la posibilidad de que exista un fallo en el diagnóstico y te aferrás a una pequeña esperanza de que los médicos te hayan proporcionado un diagnóstico erróneo. Esto es tan solo el principio de la búsqueda en Google. Este será tu nuevo mejor amigo, tu confidente y psicólogo. Tan pronto como  te surja una pregunta, vas a utilizar el teléfono móvil u ordenador para buscarla en Google. No pierdas el tiempo buscando en Google enfermedades que no suelen desarrollarse. Y recuerda muchas de estas se desarrollan en una persona con síndrome de Down, pero no todas tiene que padecerlas tu bebé.

3. Conéctate .  Llama a  una organización local pertinente o a la organización National Down Syndrome Congress para hablar con padres que tienen experiencia en este asunto. La única forma de obtener información exacta y real es hablando con otros padres. Ellos te contarán la verdad. Si estás preparada, conversa con otras personas con síndrome de Down. Y si no lo estás, no lo hagás. La asociación Down Syndrome Diagnosis Network te  puede ayudar a contactar con otros padres que se encuentren en la misma situación. Leer algunos blogs puede ayudarte a observar la realidad de la vida de una persona con síndrome de Down. Normalmente, están escritos desde el punto de vista paternal pero en algunos casos son las propias personas quienes los escriben.

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4. Siéntete  especial. Todos los hijos son únicos, pero tu bebé mucho más. Uno de alrededor de 600 nacimientos es único. Él o ella será un bebé adorable que llamará la atención en todos los lugares a los que vayás. Este bebé te ayudará a viajar por lugares que la mayoría de los padres no pueden. Algunos de ellos serán complicados, pero los retos a los cuales se enfrentarán  por este niño,  hará que lo quieras de una  manera diferente, de una forma más intensa y más difícil de explicar.

5. Emplea esto como una oportunidad para educar. Si aún no te has dado cuenta, pronto aprenderás que existen muchas ideas falsas acerca del síndrome de Down. Haz que este bebé sea la razón para educar al resto de personas.

6. Rodéate de  personas  que tengan  una mentalidad positiva. Ellos te proporcionarán mayor confianza y te recargarán de energía cada vez que lo necesites.

7. Disfruta del nacimiento pues tienes el regalo de conocer previamente, y, ciertamente, es un regalo. Has esperado tanto  tiempo que llegara este día que parece que hubieras esperado una vida entera. Y en el momento en el que, por fin, veas  a tu bebé, se te olvidará por un momento el síndrome de Down, hasta que la enfermera te muestre cómo es de tierno y la presencia de un tono muscular bajo. Pero eso no importa porque tendrás entre brazos a tu   hijo y no querrás dejarlo. Al igual que todos los padres, piensas que tu  hijo es perfecto y precioso y es que, ciertamente, los bebés con síndrome de Down lo son. Date  cuenta de lo que hubiese ocurrido si no te hubieras realizado el análisis de sangre o la amniocentesis, y es que el descubrimiento y diagnóstico inicial estaría ocurriendo en ese momento. La sorpresa, las lágrimas y el desconcierto comenzarían en ese momento y te duraría incluso días, pero, en cambio, todo aquello ya es parte del pasado, porque ya sabías lo que sucedería. Gracias al diagnóstico prenatal, los médicos y las enfermeras ya conocías esta noticia y, en lugar de ser un momento de tristeza, es un momento de celebración. Felicidades!

Artículo publicado originalmente en The Mighty: “7 Tips for the Mother Pregnant With a Baby With Down Syndrome” 

Traducción al español dentro del proyecto PerMondo para la traducción gratuita de páginas web y documentos para ONG y asociaciones sin ánimo de lucro. Proyecto dirigido por Mondo Agit. Traductor: Alba Cordero Chaparro. Revisora: Catalina Conde.

Para los padres que les tienen miedo a «esas» reuniones sobre su hijo con necesidades especiales

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Por:  Denise Deschênes-McKay

Cada día nos sorprenden las cosas que nuestro hijo con Síndrome de Down puede hacer; desde subir las escaleras sin ayuda, hasta descifrar cómo manejar un teléfono inteligente, ¡más rápido que nosotros! Hace poco aprendió que los leones rugen, y es muy bonito verlo responder a la pregunta «¿cómo hacen los leones?» Orgullosos, compartimos todos estos logros con nuestros familiares y amigos, usamos Facebook o Instagram para publicar videos o fotos siempre que es posible y nos sentimos entusiasmados con el hecho de que nuestro hijo puede hacer cualquier cosa que se proponga. Esto no parece muy diferente a las experiencias de otros padres primerizos, ¿verdad?

Pero imagínate que cada seis meses (o más) tienes que sentarte con una persona, o con un grupo de gente, y centrarte en las habilidades que él aún no domina. Tienes que mirar a tu hijo de 2 años y medio y enumerar las cosas que no puede hacer sin adornar tu respuesta diciendo  «¡pero lo intenta!» o «ya casi lo consigue» o «no puede decir más de 40 palabras, pero me ayuda a cargar el lavavajillas después de cada comida». Durante estas reuniones, no debes centrarte en las cosas que él puede hacer ni en las habilidades que ya casi alcanza ni en los modales que ha aprendido.

No, todas esas reuniones están enfocadas en lo negativo, en las deficiencias que tiene tu hijo.

Te entregan una lista tras otra para revisar y completar sobre las habilidades «propias de su edad». ¿Su hijo puede enlazar tres o más palabras?, ¿Puede patear el balón?, ¿Trata de correr?

Todos los días te sorprende lo que puede hacer, disfrutas escuchándolo  jugar y viendo cómo se esfuerza  para dar un pequeño salto. Te encanta escuchar su risa. Es divertido ver cómo se le ilumina la cara cuando pasa un camión o un autobús, y, emocionado, saluda con la mano a la persona que va al volante. Lo abrazas fuerte, y das gracias a un poder superior por haberte escogido para ser la mamá de este niño tan dulce.

Pero en esos días los sentimientos de orgullo y alegría no significan nada. Esas reuniones no son para hablar de sus logros.

Y eso parte el corazón.

Durante esas reuniones, es tu trabajo hacer una lista de las cosas que él no puede hacer.

No puede decir más de 50 palabras, habladas o a través de señas.

No puede saltar con los dos pies.

No puede usar pronombres.

No conoce sus colores ni los sonidos de los animales ni la diferencia entre grande y pequeño.

No señala a su mamá ni a su papá ni a él mismo en las fotografías.

Y yo solo quiero gritar después de cada enunciado “Aún . ¡No puede hacerlo aún!”

Pero esas reuniones no son sobre su potencial. No son sobre el hecho de que él pueda cargar el lavavajillas, o sobre cómo él se quita los zapatos y los guarda en su lugar inmediatamente, o sobre el hecho de que entienda inglés, francés y un poco de Lengua de Señas.

Esas reuniones son para recibir servicios de apoyo o para solicitar ayuda económica. La única forma de obtener la ayuda extra que necesitamos es centrarse en las deficiencias, enfocarse en las cosas que él no puede hacer; dejar de ver las capacidades.

Nos piden que definamos a nuestros hijos por las cosas que no pueden hacer con el objetivo de recibir terapia de lenguaje, para conseguir servicios terapia física o terapia ocupacional[1], o para obtener fondos que ayuden a pagar los servicios de cuidado temporal. Sabemos que necesita ayuda extra, queremos que tenga terapia de lenguaje para ayudarle a soltar todo ese vocabulario que está desarrollando en silencio mientras pensamos que no está escuchando. Necesitamos ayuda para enseñarle a alimentarse, a vestirse, a ir al baño.

Saber que estudiar sus deficiencias nos ayudará a ayudarle no nos hace esas reuniones más fáciles.

Es por esto que, a todos los padres que les tienen miedo a esas reuniones: sepan que estamos aquí con ustedes. Sentimos, al igual que ustedes, que esas reuniones son agotadoras física y emocionalmente. Nos avergonzamos cada vez que decimos «él no puede» o «él no sabe cómo».

Pero, por favor, sepan que esas reuniones no definen a su hijo, su crianza o a ustedes. Aceptar lo que nuestros hijos no pueden hacer no es admitir la derrota. Sigan sintiéndose maravillados con todo lo que su hijo puede hacer.

[1] PT y OT por sus siglas en inglés.

 

Artículo originalmente publicado en The Mighty: To the Parents Who Dread ‘Those’ Meetings About Their Child With Special Needs

Traducción al español dentro del proyecto PerMondo para la traducción gratuita de páginas web y documentos para ONG y asociaciones sin ánimo de lucro. Proyecto dirigido por Mondo Agit. Traductora: Claudia Builes Correa ; Revisora: Alison Arboleda Duarte